Las industrias en silencio: el aprendizaje comunicacional del mundo empresarial chileno

En Chile, durante décadas, las principales industrias productivas del país dejaron de lado la comunicación de su quehacer. Los procesos, el largo camino de inversión, innovación y los riesgos propios del emprendimiento, nunca fueron vistos como elementos necesarios de explicar a la opinión pública, ni a la comunidad.

Bajo su mirada los resultados podían hablar por si solos: el crecimiento económico, el aumento de las exportaciones, la reducción de la pobreza, la mejora en diversos indices de desarrollo humano, eran producto de buenas políticas públicas y un empuje empresarial que el mundo le reconocía al país. ¿Pero lo reconocían también los chilenos?

La minería, la industria forestal, la acuicultura salmonera, AFPs, concesionarias de infraestructura, entre otras, se dedicaron a sus negocios y a hacerlos muy bien. Sin embargo, algo falló: a la hora de la evaluación, al momento en que el país se enfrentó a una crisis social que lo llevó a revisar su desarrollo de las últimas décadas, los avances enormes empujados por el mundo de la empresa no fueron reconocidos. Más bien eran completamente desconocidos para la mayor parte de las personas. Nadie nunca los había comunicado.

Las empresas habían mirado a los ciudadanos como clientes, como trabajadores, algunas pocas, como vecinos de sus plantas y faenas. Casi ninguna como co-habitantes de una comunidad de la que ellos eran parte y actores sociales de inmensa relevancia.

Hoy las empresas deben entender que, quiéranlo o no, son actores sociales relevantes. Se espera de ellas acción comunitaria amplia, conciencia del rol que pueden cumplir en el desarrollo de la vida de las personas: más allá de sus colaboradores, proveedores, accionistas y clientes.

Ninguna persona compra directamente el cobre o el litio de la minería, no compramos la celulosa producida por la forestal, tampoco elegimos si cotizar o no en una AFP (se nos impone), ni si queremos o no una nueva línea eléctrica. Sin embargo, no por ello, las empresas no deben hacer todos los esfuerzos posibles para incluirnos en su comunicación, para llamar la atención sobre sus procesos y su trabajo. Solo así el inmenso impacto social que son capaces de generar será reconocido, comprendido y, por qué no, admirado.

El desarrollo empresarial de Chile se caracterizó, en los últimos 30 años, por lo que hemos llamado “las industrias en silencio”. Un silencio que generó el escenario perfecto para que se pudieran construir e instalar mitos en torno a su quehacer, por parte de movimientos políticos y activistas que, por muchos años y sin ningún contrapeso, trabajaron de forma metódica en la construcción de un relato negativo en torno a los impactos del sector productivo.

Así es como, sin importar el gran trabajo en RSE que una empresa pueda realizar con su comunidad aledaña, hoy las voces y protestas se levantarán en su contra a cientos de kilómetros de sus plantas, desde redes sociales y espacios inesperados de los que ellos nunca han sido parte.



El mundo empresarial chileno hoy está en búsqueda de un giro. Empresas de todos los sectores están reconociendo la falencia en de su enfoque comunicacional y cambiando la forma en que entienden el marketing y las comunicaciones corporativas, dos elementos que hoy ya no pueden ser abordados sino a partir de una estrategia conjunta.

Chile deja un aprendizaje para otros. Perú, un país donde la inestabilidad política ha hecho que el mundo empresarial sea el principal factor de desarrollo social, tiene la oportunidad de reaccionar a tiempo. Las empresas pueden decidir tomar el sartén por el mango y resignificar comunicacionalmente el impacto de lo que hacen a diario. Pero para ello deben entenderse a sí mismas como un actor social central, capaz de cambiarle la vida para mejor a millones de personas, con las que tiene que empezar a conversar recurrentemente y a las que tiene que empezar incluir.